viernes, 31 de enero de 2014

Hoy: editorial de La Nación



Lejos del bien común

El neoliberalismo kirchnerista

En sintonía con las últimas décadas, el oficialismo empobreció la vida civil y, contradiciendo su relato, llevó a buscar en manos privadas los servicios que el Estado dejaba de brindar, como educación, energía y transporte

Abre la editorial de hoy con un fuerte reclamo: si esto es “en sintonía con las últimas décadas” (SIC), estamos hablando que al menos durante tres décadas este país está empobreciendo la vida civil. Algo cuantimentos discutible, si se toman en cuenta las históricas declaraciones de Juan Carr sobre el hambre en la argentina. Cuestión que se está tratando de resolver con resultados positivos recién en esta última década, y no en las anteriores. Porque como dijo el titular de Red Solidaria, hoy en Argentina, estamos a la vuelta de la esquina del hambre cero” (SIC) .



El Gobierno kirchnerista y sus propagandistas construyeron, a poco de iniciar su andadura, una narrativa sencilla que fue para mucha gente convincente; de acuerdo con ella, la misión que asumieron quienes desde entonces controlan el poder ha consistido en reparar un país dañado por la dictadura y por el neoliberalismo de los años noventa con políticas que decían ser, a la vez, inclusivas de aquellos que habían sido expulsados de la economía y del bienestar y reivindicativas de la memoria de las víctimas de la represión, muertas por ideales que el Gobierno declaraba hacer suyos. Pero al cabo de una década en el poder, el kirchnerismo deja un país yermo y desolado.
Un país yermo y desolado” (SIC). Algo así como EL INFIERNO. ¿Acaso este señor K de Katz escribe desde el futuro, mismo? ¿Sabe que las elecciones son en 2015? ¿El alegato primero en el que habla de lo que se hizo desde el kirchnerismo, es irónico o está diciendo todo lo hecho? No lo sabemos.


Entrega una patria facciosamente dividida, desconcertada, colmada de la ira de algunos, la decepción de otros y el sufrimiento continuado de los muchos para quienes estos diez años no han sido más que el desperdicio de una oportunidad para salir de la pobreza. Un gobierno cuyas batallas épicas se han convertido en poco más que un esperpento exhibe, en su ocaso, aquello que lo iguala con el monstruo del que pretendió, o hizo creer que pretendía, hacerse diferente.
Que alguien le avise a este señor que hay un montón de otros y otras que no están divididos, iracundos, decepcionados ni sufriendo ni consideran desperdicio a la década. Que hoy muchos pibes comen, se educan y tienen sus vacunas por medidas de este gobierno y que esto pasa hoy y pasará mañana. Que muchos pibes y pibas siguen militando a un proyecto, y con más ganas que nunca. Que el “esperpento” (SIC) es relativo y que eso de “ocaso” (SIC) es, además de una exageración lingüistica, una exageración de los tiempos: falta para el 2015, todavía no hay elecciones, que espere sentado rumiando juegos de palabras con el diccionario de sinónimos en la falda.


Un monstruo cuyo nombre usual, tantas veces arrojado en el rostro de los otros, es "neoliberalismo", con el que ha compartido el desdén por los demás y la defensa de intereses parciales, la indiferencia respecto del bien común y el desprecio por una comunidad política cuya existencia misma sólo es posible en el marco de un espacio de deliberación que el kirchnerismo ha cancelado; un gobierno cuyo legado más visible es el incremento de las desigualdades, una sociedad cada vez menos convergente y el retroceso de todos los indicadores que, de la educación a la salud pública y de la movilidad social a la calidad de la Justicia, dan verdadera cuenta del estado de una sociedad.
¿Eh?
SIC.


A diferencia del menemismo, régimen emblemático de aquellas políticas repudiadas, el kirchnerismo ha sido cobarde. Si aquél hablaba frontalmente de la conveniencia de trasladar a agentes privados la provisión de bienes públicos, éste, al tiempo que aumentaba el tamaño del Estado, lo volvía cada vez más inútil y forzaba arteramente a los individuos para que se proveyeran a sí mismos de los bienes que el Estado dejaba gradualmente de brindarles.
A diferencia del menemismo (…) el kirchnerismo ha sido cobarde” (SIC). Bueno. Si el kirchnerismo fuera valiente en estos términos, sería... ¿Mejor o peor? Luego dice el señor K de Katz que durante el menemato (?) pasó todo a privado y que durante el kirchnerismo pasó todo al estado, pero INÚTIL. Y LA YEGUA, CARAJO Y TODO ESO.


Quienes pudieron reemplazaron el transporte público por autos o motos, delegaron la seguridad personal en custodios particulares, compraron servicios de salud y sustituyeron la educación pública por la privada, que vio engrosadas sus filas con las decenas de miles de alumnos que abandonaron el sistema estatal. En los pasos finales de esta exhibición de cinismo, el Estado delegó en los particulares la provisión de energía: el paisaje urbano se vio así invadido por generadores de electricidad que se hicieron presentes en veredas, edificios, casas y comercios. El Estado kirchnerista privatizó también las reservas del Banco Central, al transferirlas a los particulares que decidieron que preferían utilizar una moneda distinta del peso para realizar sus transacciones y preservar su patrimonio.
A diferencia del menemismo (…) el kirchnerismo ha sido cobarde” (SIC). Bueno. Si el kirchnerismo fuera valiente en estos términos, sería... ¿Mejor o peor? Luego dice el señor K de Katz que durante el menemato (?) pasó todo a privado y que durante el kirchnerismo pasó todo al estado, pero INÚTIL. Y LA YEGUA, CARAJO Y TODO ESO.


Ni moneda ni educación: ése será el legado del neoliberalismo kirchnerista, que, al tiempo que distribuía masivamente su relato por cadena nacional, instauraba una micropolítica de la privatización forzando a todos los que estuvieran en condiciones de hacerlo a contratar en el mercado los bienes comunes que el Gobierno iba destruyendo o de cuya provisión se desentendía.
¿Por ejemplo, señor K de Katz? ¿Qué bienes destruyó el GOBIERNO Y CRISTINA Y MÁXIMO KIRCHNER? Oiga, hombre, sea claro que sino parece que está destilando mala leche nada más. Aún confíamos en su criterio, aunque se haya tentado con la palabra “relato” (SIC).


Sagaz, sutilmente, el Gobierno se convirtió en el Gran Privatizador.
Playas, verano, amor, alegría, astucia, sutileza, GORILA.


Pero este gobierno introdujo poca novedad respecto de un pasado cuya marca principal también consistió en arruinar lo que no es común.
QUÉ CARAJO. HABLE CASTELLANO, MUCHACHO.


Años de políticas iniciadas, cuando menos, hacia el final del gobierno peronista de los años setenta, agravadas por la dictadura y continuadas durante las dos últimas décadas; cuarenta años de políticas que sólo intentaron ser interrumpidas durante el breve interludio del regreso de la democracia y que se exacerbaron gracias a la incompetencia de la Alianza y a la crisis de principios del siglo.
Bueno, aquí hay una definición política. El señor K de Katz prefiere al radicalismo de Raúl Alfonsín. El de la obediencia debida y el punto final, felices pascuas, pacto de Olivos, la casa está en orden, hiperinflación y nada más. Detalles pequeños.




Aquellos que nacieron después del colapso de 1975 -casi el 70% de los argentinos- son personas cuya memoria de lo colectivo se ha nutrido mayormente de frustración y de fracaso o de cínica indiferencia, para las cuales las ideas mismas de bienes comunes, espacio público y vida cívica resultan ajenas o absurdamente utópicas.
Una generalización aberrante digna de un gorila técnico. Si el setenta por ciento de “los argentinos” (SIC) están frustrados, fracasados, indiferentemente cínicos y le parece una utopía la vida cívica... ¿Todo está perdido? ¿De cuánta gente habla exactamente? ¿Esto está chequeado? ¿Está hiperrecontra chequeado? ¿Eh?


Porque la clave de comprensión de estas décadas injustas no radica fundamentalmente en las opiniones que nos merezca el tamaño del Estado ni si éste debe o no proveer determinados bienes -como el transporte aéreo- o servicios -como la transmisión televisiva del fútbol-, sino, sobre todo, en su falta de disposición para convocar a todos los ciudadanos en torno del ideal y de la experiencia de lo que es común.
Para el señorito K de Katz, la clave no está en tener más Estado, sino en ver lo que pide la mayoría. Si este Gobierno siempre actúa para tener más Estado y “los ciudadanos” (SIC) votan a favor de este Gobierno como en las elecciones presidenciales y eso se llama democracia, no sería algo, digamos... clave. Es lo de menos.


Lo que hemos visto en la Argentina de estas últimas, ya infinitas décadas, es un adelgazamiento constante de la vida civil. El Estado, pequeño en los noventa, grasoso en estos tiempos, ha sido eficaz solamente para conseguir que grupos cada vez más numerosos de personas hayan ido perdiendo sus habilidades críticas para asumir los compromisos políticos y morales esenciales que se requieren para cumplir el papel de ciudadanos en una democracia que funcione.
Esta parrafada es un oxímoron abusivo. En primera instancia, dice “infinitas décadas”, lo cual denota un hartazgo en particular de este señor K de Katz de lo que nosotros conocemos como kirchnerismo y él como KAKA. Luego dice que hay un “adelgazamiento” (SIC) de la vida civil y enseguida dice que estos tiempos son “grasosos” (SIC: no se entiende el pésimo uso de los adjetivos exagerados. Ni Pepe Pompín Eliaschev abusó tanto de las palabras en vano. Y corona este subtexto diciendo que esta democracia no estaría funcionando porque EL GOBIERNO Y CRISTINA Y TODO ESO ya pudrieron las conciencias (!!!).


No ha recurrido para ello tan sólo a los mecanismos clásicos de la expulsión, que consisten en arrojar personas por el barranco de la pobreza, deteriorar la calidad de la educación, de la salud, de la Justicia, de las infraestructuras, de los puestos de trabajo valiosos tanto por las competencias que exigen como por los derechos que otorgan? No sólo ha expulsado a muchos: también ha abierto, para decirlo con la expresión de Albert O. Hirschman, numerosas puertas de salida para que los sectores más acomodados de la sociedad, o aquellos que quieren todavía preservarse como parte de la clase media, hayan ido abandonando los bienes públicos, provistos por instituciones financiadas y controladas públicamente, sustituyéndolos por servicios contratados en el mercado de los prestadores privados.
Arrojar personas por el barranco de la pobreza” (SIC) es un poquito fuerte, troesma. Luego el playlist de “cosas que existen en una república a las que les daremos un tono negativo”. Acá dice, efumemismo más, feísmo literario menos, otra vez, lo que dijo arriba, todo rojo, enojado, tipeando entre babas y medianoche: que este estado al estatizar privatiza en nombre del Estado (?¡?¡?¡??¡??¡?¡?).


Expulsar a unos y estimular la salida de otros han sido los mecanismos privilegiados por quienes, tanto ayer como hoy, han colonizado el Estado en beneficio propio y de sus cómplices, restringiendo cada vez más la comunidad de aquellos que merecen ser respetados como ciudadanos iguales, y no ignorados por excluidos o repudiados por ausentes.
K de Katz, si usted quiere incluir, empiece por escribir claro y bonito. Haciendo trabalenguas tediosos, se nota mucho su enojo y sus ojos inyectados en sangre.


Somos así testigos -más bien: protagonistas- del resultado de casi medio siglo de degradación del compromiso con la esfera pública, con los bienes comunes, con las responsabilidades propias de la ciudadanía, del sostenido menoscabo de las obligaciones con la sociedad civil.
Somos así testigos -más bien: protagonistas-” (SIC) Elija una de las dos, señor. O testigo usted como comentarista enojado, o protagonista usted de una desestabilización editorial (?).
Testigos de un proceso de disolución que ha perturbado profundamente el sentimiento de convivencia mutándolo en una cada vez más dificultosa cohabitación y haciendo obligada una pregunta más angustiante que sus posibles respuestas porque su sola formulación condensa los fracasos colectivos: ¿podremos, los argentinos, vivir juntos? ¿Podremos alguna vez vivir juntos, en una sociedad de individuos autónomos que, como señala Rainer Forst, interactúen en un espacio de razones, que construyan un marco institucional que canalice los conflictos de opiniones e intereses y facilite su solución?
Respuesta a su pregunta inflamada de odio: sí, podremos. Zzzzzzzzzzzzz.


Así como Alain Touraine se lo preguntaba respecto de la convivencia en una sociedad multicultural, es necesario hacernos la pregunta sobre la posibilidad de la convivencia en una democracia y una sociedad profundamente fragmentadas.
Así como el verdulero de la vuelta se preguntaba si aumenta o no el tomate respecto de la convivencia con los empresarios y el barrio, es necesario hacernos la pregunta sobre la posibilidad de que este señor K de Katz no estará citando de más porque no se le cae idea alguna más que la de decir TODO ESTÁ MAL, y así generar una sociedad profundamente fragmentada.


Nada parece sugerirlo.
Ok.


Suponer que el ruinoso final del actual gobierno es el fundamento de una nueva y mejor oportunidad es simplemente desconocer, de modo irresponsable y complaciente, que los muchos fracasos anteriores no han modificado las conductas básicas de los actores colectivos ni individuales en un país en el que cada vez es más difícil encontrar razones compartidas para vivir.
Traduciendo: si esto es malo, lo que viene es peor. Y además de ser culpa de Menem, la Alianza y por supuesto KRISTINA, también es culpa de las personas. Ergo: joderse.


Porque, en efecto, quienes aquí estamos lo hacemos fundamentalmente por razones privadas, una de las cuales es, muchas veces, tan sólo la imposibilidad de no estar aquí.
JAJAJAJAJA.
Acá es claro, diciendo que se queda en este país porque no le queda otra. Si no, se iba corriendo. Le informamos al señor K de Katz que Aerolíneas Argentinas tiene buenos precios y promociones.


La sociedad argentina debe reconstruir razones públicas para la vida en común, razones que no son y que nada tienen que ver con las que nos hacen compartir un territorio. Vivir juntos, no cohabitar.
...


Porque éste será un país cada vez más injusto no sólo por expulsar a unos y estimular la salida del espacio común de los otros, sino sobre todo porque las únicas razones de nuestra permanencia son cada vez menos compartidas con los demás.
Señor K de Katz, usted acá dice que la única razon de “nuestra permanencia” (SIC), o sea, de que el pueblo argentino viva en Argentina, son “cada vez menos compartidas con los demás”. Diga las razones, al menos, salvo que crea usted también que todos y todas en este país (o al menos ese 70% que dijo antes) viven aquí porque no se pueden ir, como usted.




SIC!



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